Publicado por el New York Times
Arabella Guevara pasó gran parte de su adolescencia pagando por sus errores.
Entró en el sistema de justicia juvenil a los 13 años, después de fugarse de casa por primera vez, con la esperanza de escapar de una relación inestable con su madre. En poco tiempo, las fugas se convirtieron en pequeños hurtos, robos de coches y allanamientos de morada. Esto le costó casi dos años de entrada y salida de los centros de menores, y muchos meses más ligada al sistema a través de la libertad condicional.