Por Abené Clayton
Cuando Lucero Herrera salió de la cárcel del condado de San Francisco en una fría y lúgubre tarde de otoño de 2008, no volvió a la casa del barrio donde creció.
La joven de 18 años había cumplido algo más de un año en el centro de menores y en la cárcel del condado después de que un conflicto entre diferentes bandas callejeras de su comunidad en el distrito de la Misión, el barrio históricamente latino de San Francisco, se convirtiera en una violenta pelea.